Las escenas son parecidas a una película de zombies que caminan sobre dunas eternas de arenisca blanquecina, pero «aquí nadie se raja».

Entre las ventiscas y las nubecillas de polvo que hacen toser e irritan los ojos, se oye ese grito que levanta el ánimo como si un gol de último minuto se estuviera celebrando en el estadio Azteca: “¡Ánimo, canijos, esto ya casi termina!”.

Es uno de los operadores de las decenas de pipas que llegaron cargadas de agua residual para aplacar las abrasivas llamas dentro del relleno sanitario. “¡Aguanten, vara! A rajarse a su rancho, aquí nadie se raja”, vuelve a gritar el pipero al bajar de su cabina.

Se quita los guantes de carnaza y saluda energético al presidente municipal, Alejandro Navarro, a quien efusivamente llama «padrino» .

Navarro es y seguirá siendo bombero.

Navarro —quien se formó como bombero— camina entre montículos de residuos calcinados y grisáceos con pantalón caqui tipo cargo y playera polo de color olivo militar. Está en el centro de mando, sugiriendo ajustes al plan para disipar las fumarolas. Es el comandante en jefe de la misión llamada «sofocar el fuego» y, más allá del traje táctico y del radio que pende de su cinto, sí lo es por autoridad moral, porque muchos participantes se agolpan alrededor de él para recibir nuevas instrucciones y ejecutarlas casi de manera religiosa. Navarro fue y seguirá siendo bombero.

Es difícil diferenciar o ubicar identidades con el disfraz que confiere el uso de cubrebocas. A simple vista no se sabe quién es quién entre el humo, pero eso es lo de menos, porque todos están entrelazados de puro corazón por Guanajuato en los trabajos que tiene como único objetivo la extinción del fuego y la disipación del humo que encapotó el cielo de esta Ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Son héroes que trabajan de puro corazón por Guanajuato.

Hay bomberos de la capital y de varios municipios del corredor industrial del Bajío; elementos de Protección Civil; y personal de Servicios Públicos y Obra Pública del gobierno capitalino. Hay muchísimos voluntarios involucrados y toda una caterva de pepenadores preocupados por su fuente de trabajo (preocupados pero bien comprometidos con la cruzada contra el fuego). Son bomberos valientes, héroes sin capa de Guanajuato Capital, Dolores Hidalgo, Silao, León, Celaya, Irapuato, San Francisco del Rincón y otras partes del estado. Y la gente de buen corazón se ha solidarizado con todos ellos, con todas ellas, llevándoles chocolates, Coca-Colas, Gatorades, sueros y barritas energetizantes, además de tortas y otros alimentos para combatir la sensación de estómago vacío que provoca combatir el fuego.

La resistencia ante el polvo que se cuela por la nariz y la batalla que se libra en medio de las humaredas contrasta con la indiferencia y la insensibilidad de quienes solo buscan sacar “raja política” del siniestro y ni siquiera se involucran en la misión de combatir las brasas. Hay quienes critican y desestiman sin piedad todo cuando los héroes sin capa hacen, pero ni una sola botella de agua han llevado. Esa incongruencia es más tóxica que la nube gris que cubrió a Guanajuato durante casi todo el miércoles 3 de mayo, Día de la Santa Cruz.

Pronostican que ya falta poco para terminar con el fuego.

El incendio se desató el lunes primero de mayo. Ardió fuerte el martes y, al corte del jueves 4, se reportó un notorio descenso en la densidad del humo. Se pronostica que ya falta poco para terminar con las flamas.

Son más de 200 héroes y heroínas que se han concentrado aquí en el sitio de disposición final de residuos sólidos. Llevan más de 60 horas trabajando, son más de tres días consecutivos en la faena y ni el tizne abrasador que reseca la cara ha sido motivo para claudicar. No hay desmayo ni miedo, porque aquí en el relleno «nadie se raja». Son héroes que trabajan de puro corazón por Guanajuato.