Había una vez un joven que enarboló el estandarte ecológico, el de la defensa —a costa de lo que fuera— del Cerro de la Bufa. Con ese primer capítulo explosivo, a lo James Bond, comenzó la narrativa de Alejandro Navarro, hoy aspirante natural a la Gubernatura del central estado de Guanajuato.

A poco más de una década de aquel episodio en defensa del patrimonio natural de Guanajuato, Navarro —quien vendió pollo fresco en el porfirista mercado Hidalgo— destaca en el paisaje político por ser el primer Alcalde reelecto en la historia electoral de la Capital del Estado y, recientemente, por ser el padrino del nuevo genio-estandarte del rap mexicano, Santa Fe Klan.

Lo pueden querer u odiar, pero ya logró ser referente nacional en eso que los entendidos llaman «governtainment», una ecuación de comunicación institucional que suma acciones de gobierno y genuinas muestras de carisma o entretenimiento, ambas cosas aparejadas sobre una base que va de la escucha social a la microsegmentación que, en términos cristianos, quiere decir “hablarle casi al oído a la gente” (el Alcalde capitalino, tiene audición biónica: oye lo que nadie más escucha).

Randall Calvert sugiere crear el habito de ser temido. Y Navarro ha podido crear ese hábito, no a base de amagos que cualquier otro actor político deslizaría cual fichas de dominó sobre la mesa, sino a base de activaciones o apariciones públicas que se salen del marco tradicional, a base de buena química en las relaciones públicas, a base de inteligencia intuitiva que se manifiesta en un estilo parecido al de un cantante como Luis Miguel, al de una alcaldesa como la bogotana Claudia López o al de un gobernante como el salvadoreño Nayib Bukele, y —sobre todo— a base de emociones que se transmiten a partir de una anécdota o de un relato en piso, frente a la gente, en tierra electoralmente fértil. Desde aquel 10 de octubre de 2018, cuando salió de la Casa Municipal —y del protocolo de investidura— para instalar luminarias en el túnel de Los Ángeles, bajo la superficie de la Capital Cervantina de América, Alejandro Navarro se dedicó a contar historias, historias que se tradujeron en el pavimento del camino hacia la reelección y en el asfalto de la carretera hacia la candidatura del PAN a la Gubernatura (las primeras buenas impresiones nunca se olvidan).

Nueva hipótesis en el paisaje político-electoral. ¿Alejada o cerca de la realidad?

Para sus adversarios, que destilan o transpiran animadversión, no es más que un bufón. Para los chairos, es un simple hotelero fifí. Para los imitadores, no es más que alguien que sale a comer tacos de carne asada o gorditas de chicharrón. Para quienes gustan de analizar el panorama político, es un ejemplo de todo lo que debe hacerse en materia de comunicación gubernamental. Para sus correligionarios, es ejemplo que inspira. Para las y los jóvenes (las y los primovotantes), es el ‘compaʼ que se sabe los corridos tumbados del momento y, aunque no sepa bailar, se avienta a la pista de baile con una tropicalosa pieza de cumbia, pero también hay cierto paternaje en su fórmula de imagen política. Es un Alcalde pragmático que entretiene y persuade.

Alejado Alejandro de los rígidos e inamovibles moldes del panismo conservador, se convirtió en un Alcalde que deja sello en la conversación, que produce escrutinio público y que llama la atención (sabe que el personaje no representa los principios ni la doctrina de la opción política que lo postula o lo impulsa).
Desde el primer tiempo de su sexenio, cobró conciencia del pragmatismo que debe imperar en cualquier ejercicio de gobierno (centrarse en la consecución de objetivos y poner especial atención a las consecuencias de cada acción que se emprenda).
Y aquí algunas de sus claves:
➡️ Dejó los prejuicios políticos a un lado.
➡️ Visualizó que hay diversidades en todos los ámbitos de la vida pública.
➡️ Tomó la inclusión y el respeto como eje discursivo (y allí está la bandera monumental del arcoiris extrabinario en la estatua del Pípila, en la cima del cerro de San Miguel).

En pocas palabras, Navarro sabe tener una idea clara de un mensaje clave. Sabe cómo quiere ser recordado. Sabe ligar su instrumental comunicativo a una cosa concreta y visible. Sabe entusiasmar e inspirar a la raza. Sabe colocar ideas a nivel macro, sí se le cree que sabe pensar en grande. Es un gobernante recordable.

En política, ¿qué vale más?, ¿el espectáculo por encima del contenido como Kiss o la integridad por encima de todo como Bob Dylan?
Vale más el que vende más discos.
Vale más el que sabe cómo vender más discos.

Con tales ingredientes en su bagaje político, el nuevo camino de Alejandro no apunta hacia el reposo o hacia la nevera, sino hacia la construcción de mayor visibilidad social y, tal vez, aunque todavía no lo manifieste, hacia ser el relevo de Diego Sinhue en la decisión 2024.