En “El fabricante de colores retirado” —uno de los brevísimos relatos sobre Sherlock Holmes—, el británico Arthur Conan Doyle apuntó que “sobresalir en el ajedrez, Watson, es signo de una mente intrigante”.

El mejor y más razonable de los juegos cautiva e intriga por los mil caminos que la imaginación puede concebir y conceder. ¿Quién es el actor último que mueve los hilos, las piezas del juego?

Las infinitas complicaciones que crean entre sí las piezas de ajedrez, tal como decía Arreola, son las mismas que crean entre sí los protagonistas de la política vista como tablero, los tejedores de planes estratégicos.

El ajedrez —citando de nuevo al maestro jalisciense Arreola— consiste en hacer la guerra allí en un espacio limitado, pero al mismo tiempo capaz de alojar al infinito.

El candidato del PAN a la Presidencia Municipal de Silao, Alejandro Peña Gallo, sabe que las reglas del ajedrez son las mismas que las de la batalla electoral: si es capaz de ganar una partida sobre el tablero de 64 escaques, puede ganar cualquier otra cosa.

Más conocido como servidor público que como ajedrecista, Peña Gallo piensa que sus mejores juegos han sido fuera del tablero de ajedrez y ahora, ya metido en plena campaña, ha fundido las dos actividades en varios momentos.

Peña Gallo en una partida de ajedrez con su padre, Rogelio Peña Canchola (q.e.p.d.).

Como ajedrecista, utilizó recursos tácticos que obligaron al adversario a salir de su refugio y, en términos ajedrecísticos, replegarse tras una defensa siciliana.
Luego de una serie de celadas que surgen de problemas tácticos u operaciones de guerra, el jugador panista va ratificando lo que se preveía desde antes del 5 de abril: un partido antagónico desmembrado que adoptó ex panistas y ex priistas, un partido antagónico que se halla constantemente bajo el amenazador jaque por desorganización e indecisión. Sin embargo, hay quienes hablan de un «empate técnico» entre el panismo y el neomorenismo por las becas “Benito Juárez” que otorga López Obrador y la vacunación contra el COVID-19 que orquesta la Federación.

Una descripción cronológica del ascenso del PAN silaoense tendría que comenzar en 1997, pero las coyunturas del actual proceso electoral nos remiten al triunfo totalmente panista de Carlos García en el 2000. Carlos García, avejentado por su estrabismo ideológico y aventajado por el panismo remasterizado que hoy comanda Peña Gallo, inició con piezas negras (en segundo turno) e inició debilitado por los disentimientos que la candidatura autoimpuesta agudizó entre las fracciones fundacionales del capítulo Silao de MORENA.

Las piezas blanquiazules, las que inauguraron el combate, obligaron al candidato morenista a salir de su refugio. Parecía ser un juego normal, pero las primeras celadas panistas provocaron la disgregación de las piezas enemigas y la aparición de políticos chapulinescos como Mario López Remus. Ahora, el mate —por la progresiva deuda millonaria que generó Carlos García— es inevitable.