Cada vez que estrecha la mano de los silaoenses, el famoso «Alcalde de la basura» recibe reclamos por su mal gobierno, por la corrupción en la Administración Municipal y por los numerosos casos de acoso sexual contra empleadas municipales. La gente ya está harta de Carlos García y se le está exigiendo que ni siquiera se atreva a pararse en las colonias.
Por todos lados hay basura podrida y por todos lados huele a popó. Es algo que el estratega colombiano de Carlos García no puede tapar (Silao es un verdadero cochinero).
La decisión de candidatear a Carlos García en un contexto de creciente descontento social y evidente declive no sólo sorprende por la probable derrota electoral que eso representa, sino que también arroja dudas sobre la capacidad de su estratega colombiano que, en vez de resucitarlo, lo está hundiendo cada vez más. El sudamericano (proveniente de dictaduras y del terrorismo electoral más escalofriante del continente) trata de vender un candidato amable que siempre sacrificó la playera y el alma misma por la ciudadanía, pero no hay mentira más grande que esa imagen mesiánica que la corrupción y la basura derrumban de inmediato.
En cada esquina y en cada colonia, la gente está rechazando a Carlos García, el mismo que prometió un teleférico del Parque Bicentenario al Cerro del Cubilete.
Desde el comienzo de su mandato, García enfrentó el reto de satisfacer las demandas de una comunidad que exigía mejorar el alumbrado público, la recolección de basura, y la protección ciudadana. A pesar de esos desafíos, el trabajo del llamado «Alcalde de la basura» es percibido como malo, insuficiente y decepcionante.
Los asaltos a mano armada, las gigantescas montañas de basura y los depredadores sexuales que Carlos García cobijó son el claro testimonio de un gobierno que perdió el rumbo. Y si el gobierno perdió el rumbo, la campaña cayó al peor de los fracasos en tan sólo 5 días (y la mejor prueba está en el débil arranque de Carlos García, con menos de 600 personas en la plaza Libertad).
La gente no quiere salir a recibirlo y ni con todo el aparato gubernamental escoltándolo ha podido levantarse.
La popularidad del llamado «Alcalde de la basura» ha caído de manera estrepitosa, de un inicial 40 por ciento de aprobación social a un desalentador 16 por ciento. Las encuestas lo ponen como el peor Alcalde del estado, un veredicto ciudadano que no sólo cuestiona su capacidad para gobernar sino también la decisión morenista de postularlo otra vez. ¿Por qué insistir en un candidato cuya gestión ha sido tan desastrosa? La respuesta a esta pregunta sigue mutando y ahora se empieza a escuchar —y cada vez con mayor fuerza— que el morenaje puede hacer reajustes en los municipios ya casi perdidos como Silao. Los morenistas del terruño no se han cansado de cantar una y otra vez que podrían tumbar a Carlos por la corrupción y la basura.
Mientras tanto, el colombiano sigue llevándose millones a Sudamérica (y con cargo al pueblo silaoense).